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La Virgen del Carmen

(Por: Miryam Saez)

Nuestra Señora del Carmen es la advocación utilizada para referirse a Santa María del Monte Carmelo (Tierra Santa), de donde procede su veneración. Allí mismo, esta devoción se concretó en una regla que fue aprobada en el año 1.226 por el Patriarca de Jerusalén Alberto, y por el Papa Honorio III naciendo así la conocida Orden de los Carmelitas. El lema de su escudo es: “Me consume el celo por el Señor, Dios de los Ejércitos”.

Años más tarde, el 16 de Julio de 1.251, la Virgen del Carmen se le apareció a San Simon Stock, superior de la orden, entregándole el sacramental carmelita por excelencia: el Escapulario. Ha sido reconocido por el Papa en el año 1.587, así como muchos pontífices posteriores.
Además, la Virgen del Carmen se le apareció al Papa Juan XXII en el siglo XVI recibiendo el maravilloso privilegio sabatino, que este mismo Papa aprobó en la Bula del 3 de Marzo de 1.322. Posteriormente, también fue aprobado y respaldado por el Papa Clemente VII en el año 1.527.
Su festividad se celebra el 16 de julio.

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La historia de esta advocación se remonta a los tiempos del profeta Elías, el cual se retiró al Monte Carmelo cuyo nombre significa “Jardín de Dios”.

Su origen se encuentra relatado en el Antiguo Testamento, más concretamente en el Primer Libro de Reyes. Se cuenta que el país estaba viviendo una gran sequía que hacía sufrir enormemente al pueblo. Entonces Elías hizo una promesa a Dios: el rey Ajaab y el pueblo abandonarán la idolatría y el culto a Baal, y Dios intervendría acabando con la sequía y la hambruna. De este modo Dios manifestó su Poder como el Verdadero y Único Dios frente al culto pagano.

El profeta subió seis veces al Monte Carmelo y cuando subió la séptima vez vio que “subía desde el mar, una nubecita no más grande que la palma de la mano”, (1 Rey. 18,44). Este milagro es conmemorado en el lugar hasta el día de hoy.

Con el tiempo y a imitación del Profeta Elías llegaron ermitaños al Monte Carmelo donde tenían una vida de oración y penitencia, y formaron comunidades. La santidad y pureza de aquellos primeros devotos resuena hasta nuestros tiempos y fueron ellos los que comenzaron a invocar a María con el nombre de “Santísima Virgen del Monte Carmelo”.

En el siglo XIII el delegado Papal en Tierra Santa se dirigió a esta comunidad de ermitaños del Monte Carmelo para que reglaran su estilo de vida. Ellos accedieron y formaron la Orden de Nuestra Señora del monte Carmelo o también conocidos como Carmelitas.

El origen del mensaje de Nuestra Señora del Carmen ocurrió en su aparición a San Simon Stock, el 16 de julio de 1.251 en Cambridge (Inglaterra). El santo, como Padre Superior General de los Padres Carmelitas del convento, rezaba por el destino de su orden, muy preocupado por las diversas pruebas a las que se estaban enfrentando. Entonces la Virgen, vestida con el hábito carmelita, se le apareció. En brazos, llevaba a su Hijo el Niño Jesús, y entregándole en mano el Santo Escapulario le dijo:

“Recibe, hijo mío, este Escapulario de tu orden, que será de hoy en adelante señal de mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los que lo vistan. Quien muriese con él, no padecerá el fuego eterno. Es una señal de salvación, amparo en los peligros del cuerpo y del alma, alianza de paz y pacto sempiterno”

La aparición fue un gran consuelo espiritual para el santo, que vio en ella la respuesta de nuestra madre, ante el futuro incierto de la Orden. 
El  Escapulario se convirtió en el signo identificativo de los carmelitas y un sacramental muy apreciado por los fieles. Fue reconocido por el Papa en 1.587 y ensalzado por los futuros pontífices.
Más tarde en el siglo XIV, la Virgen del Carmen se apareció al Papa Juan XXII y le concedió las siguientes promesas:

  • Su Auxilio contra sus adversarios, si el Papa concedía una nueva aprobación a la Orden Carmelita.

  • La salvación de los Carmelitas y los devotos que llevaran puesto la señal del hábito o el Escapulario.

  • La llamada Promesa Sabatina en la que prometió descender al Purgatorio el primer sábado después del día de la muerte de los devotos del Escapulario, y conducirlos al Cielo.

Todo fue aprobado por el mismo Papa Juan XXII en la Bula Sabatina del 3 de marzo de 1.322

Como Caballeros de la Milicia del Inmaculado Corazón de María, ¿cómo debemos responder ante los mensajes de La Santísima Virgen del Monte Carmelo?

La advocación de la Virgen del Carmen es de las más queridas por el pueblo cristiano. La promesa de su especialísima protección unida a su afamada promesa sabatina con su sacramental, el santo Escapulario, la convierte en una tabla de salvación para nuestros tiempos difíciles. Por esta razón, el Caballero de la Inmaculada debe comprometerse no sólo a vestir el hábito carmelita (Escapulario) como consagrado a la Virgen, sino también a la difusión de tal sacramental como medio particular para la salvación de las almas. Sin embargo, se puede caer en el error de tratar a este como a otros sacramentales, como amuletos que por el sólo llevarlos como la Madre lo pidió, nos salvará del fuego del infierno. Esto es completamente incierto, puesto que si no va unida a una vida ordenada, en castidad según el estado y bañada por los Sacramentos, el Sacramental no podría hacer nada por sí mismo.

Es por ello que al decidirnos por el Escapulario también debe ir acompañado por una vida nueva y transformada de la mano de la Virgen del Carmen, como hijo predilecto suyo y su consagrado.

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