Desde el inicio de las apariciones se produjeron conversiones, se iniciaron muchos grupos de oración, incontables peregrinaciones, casos de curación y muchos fenómenos sobrenaturales.

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Un par de las videntes fueron llevadas por Nuestra Señora de Kibeho a ver el cielo, el purgatorio y el infierno. Antes de llevar a Alphonsine en este viaje místico, La Virgen le advirtió que iba a parecer estar muerta y que debería advertir a sus superiores del colegio para que no la enterraran. Unos días después de advertir a las hermanas y a su director espiritual, Alphonsine no apareció a cenar en el comedor de su colegio de internado. Cuando una de las monjas fue a ver cómo estaba, encontró a Alphonsine totalmente inmóvil en la cama, como un cadáver (sin signos vitales). Pronto llegaron muchos otros como la enfermera de la escuela para evaluar su estado de salud y al verla "muerta" llamaron a un funcionario de la Cruz Roja quien realizo más pruebas. El abad Augustin Misago, el guía espiritual de Alphonsine (quien más tarde se convirtió en el obispo de Gikongoro y dio oficialmente una declaración a favor de la autenticidad de las apariciones) pidió que esperaran pues él había sido informado por Alphonsine de este fenómeno místico y milagroso. Este hecho fue testimoniado también por un miembro de la Comisión de Encuesta para tomar nota de los hechos, dos seminaristas, junto con todo el personal de la escuela. Alphonsine estuvo completamente insensible (e incluso demasiado pesada para ser movida por cuatro hombres) y fue ahi cuando todos concluyeron que ella estaba verdaderamente con Nuestra Señora en alguna misteriosa expedición; así que no tuvieron más remedio que esperar. Dieciocho horas después, se sorprendieron al contemplar a Alphonsine, de repente despierta, sonriente y serena. Ella relató a sus ansiosos oyentes su experiencia de un oscuro “lugar de desesperación” y otro lugar lleno de risas y voces alegres que resonaban alabanzas a Dios.

Anathalie también fue escoltada en giras sobrenaturales por la Santísima Virgen que la llevaron a una tierra de luz, un "lugar de comunión", donde vio a siete ángeles cantando himnos indescriptiblemente hermosos en alabanza a Dios. Luego fue llevada al “lugar de los amados de Dios”, donde vio a millones de personas con vestiduras blancas que estaban felices, pero no con el mismo grado de éxtasis que los siete ángeles. Luego viajaron a “Isesengurwa”, un lugar de purificación donde la luz era tenue, y en donde todos los habitantes estaban en paz pero también sufriendo para purificarse y lograr un día estar con Dios. El último lugar, el infierno, era un horno caliente de lo más temible donde la única luz era un tono de rojo que le recordaba a Anathalie la "sangre coagulada". Anathalie tuvo que apartar la mirada de la horrible escena de angustia y miseria. Cuando despertó, tuvo que ser llevada a su cama, donde permaneció dos días sin decir ni una sola palabra: Nuestra Señora le había indicado que pasara ese tiempo en silencio, meditando sobre lo que había presenciado.